viernes, 21 de junio de 2013



Imaginarios urbanos, espacio público y ciudad en América Latina

Florencia Quesada Avendaño


Se hace una caracterización general de las ciudades latinoamericanas contemporáneas, de sus principales problemas tales como: crecimiento de la población, segregación, pobreza, economía informal, la transformación del espacio público y el abandono del viejo centro histórico, la conformación de múltiples focos de desarrollo y crecimiento, y los nuevos usos y formas del espacio público y privado. 

Algunas cifras

Según un informe de las Naciones Unidas sobre las aglomeraciones urbanas realizado en el 2003, de las 24 megaciudades del mundo (con más de 8 millones de habitantes), cuatro se encuentran en América Latina: Ciudad de México (18,7 millones, la segunda ciudad más grande del mundo), São Paulo (17,9 millones), Buenos Aires (13 millones) y Río de Janeiro (11,2 millones). Lima, con 7,9 millones pronto formara parte de estas cifras oficiales que la colocarán entre las megaciudades latinoamericanas.
Con respecto a la distribución geográfica de la población pobre, casi la mitad se concentra en tan solo dos países: Brasil (30%) y México (17%). En Colombia y en el Istmo Centroamericano la población pobre en el año 2002 representó alrededor de un 10% del total regional.(3) En ese mismo informe de la CEPAL se señaló, que uno de los rasgos más sobresalientes de la situación social de América Latina es la marcada desigual distribución del ingreso que prevalece en la mayoría de los países, con la consiguiente polarización y segregación social. Los grupos más ricos reciben en promedio el 36,1% del ingreso de los hogares, aunque en países como Brasil, ese porcentaje supera el 45%.



Las ciudades latinoamericanas

La descripción general de algunas cifras y porcentajes del panorama urbano en América Latina y el Caribe, permite contextualizar y comprender de forma sintética el complejo panorama que caracteriza a las ciudades latinoamericanas en la actualidad. Me refiero al crecimiento urbano sin control —producto de la migración interna, tanto de zonas rurales, de otras ciudades y de países limítrofes— que ha provocado la formación de las megaciudades y grandes aglomeraciones, la extensión de los cinturones de miseria en las periferias urbanas, la continua segregación de la población en ghettos y residenciales exclusivos, la transformación del espacio público y la perdida de significación de los lugares públicos tradicionales como las plazas o parques centrales y del creciente aumento de las desigualdades. Los altos niveles de contaminación del aire y de los ríos, el colapso de algunos servicios públicos, la insuficiencia de recursos de las municipalidades para hacer frente a las necesidades de la población, el precario transporte público y el congestionamiento del tráfico urbano, se suman a esta lista de problemas urbanos que son el pan de cada día de las ciudades latinoamericanas. La fusión de todos estos factores, han provocado el deterioro de las condiciones de vida en general de los habitantes en las urbes, especialmente para los sectores pobres y de extrema pobreza que cada día son más numerosos en la ciudad.
La ciudad ilegal, con un mosaico de nombres diferentes de acuerdo con cada país latinoamericano (callampas en Chile, pueblos jóvenes en Perú, favelas en Brasil, villas miseria en Argentina, vecindades o colonias populares en México, tugurios en Costa Rica, ranchos en Venezuela y Guatemala), ha transformado la estructura y el paisaje de las ciudades latinoamericanas. Estos asentamientos se localizan en los sitios menos favorecidos de la ciudad, generalmente en las laderas de las montañas o en los cauces de los ríos y están propensos a inundaciones y deslizamientos que ponen en riesgo la vida de sus pobladores. Si los asentamientos no son intervenidos por las autoridades, con el tiempo se convierten en permanentes y se comienzan a instalar algunos servicios públicos. En Lima y en sus desérticos suburbios hoy viven más de 2 millones de personas en los denominados irónicamente “pueblos jóvenes”. El ejemplo emblemático de la consolidación de un asentamiento ilegal y de su exitosa organización comunal es la Villa El Salvador en Lima, pero, la mayoría de estos asentamientos en medio del desierto, no cuentan con los mínimos servicios como agua potable.



El aumento de la economía o sector informal en las ciudades latinoamericanas es otro de los muchos problemas que aquejan por igual a las urbes en la región. Este sector informal, representado de manera más visible por los miles de vendedores ambulantes, está presente en las calles y aceras a lo largo y ancho del continente y plantea serios problemas de índoles social y económico. Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo, el empleo urbano informal aumentó entre 1990 y 2003 del 43% al 46% en toda la región. La proporción de hombres empleados en la economía informal urbana también aumentó en la última década del 39,5% al 44% y afectó más a las mujeres, cuyo porcentaje se incrementó del 47,5% al 50%. En países como Perú, Bolivia y Ecuador y varios países centroamericanos este sector informal representa más del 60% de la PEA.



El centro histórico y/o el casco antiguo de la ciudad, expresión de la traza fundacional propuesta por los colonizadores españoles, la retícula ajedrezada que constituía hasta alrededor de 1950 el corazón de las ciudades latinoamericanas, ha tenido un proceso de clara decadencia y degradación y una disminución de sus habitantes. El incremento de la contaminación, el tráfico y el fuerte congestionamiento en esas áreas centrales no estimula tampoco la inversión pública o privada. Los antiguos centros históricos, por ejemplo en el caso de las capitales centroamericanas, han sido tomados por los vendedores ambulantes que proliferan en sus estrechas aceras y calles y los comercios de baratijas “made in China” ahora colman los viejos almacenes comerciales. Muchos de estos edificios permanecen abandonados y en un continuo deterioro. La ausencia de recursos locales y la falta de interés para fomentar la inversión, no presentan un futuro muy alentador y existen pocas perspectivas a corto plazo para la transformación y renovación de los distritos centrales.
El proceso de deterioro se ha revertido en algunos casos a partir de la década de 1990, como en Lima, Quito, Bogotá y la Ciudad de México, que han llevado a cabo proyectos de restauración de sus antiguos centros históricos. Las que en otro tiempo fueran congestionadas calles y aceras llenas de ventas ambulantes, han sido literalmente limpiadas y los vendedores relocalizados a otros puntos de la ciudad, el patrimonio arquitectónico ha sido restaurado y se han creado bulevares peatonales y otros servicios que intentan recrear o emular a las ciudades de inicios del siglo XX. Casi como un modelo repetitivo, se vuelven a instalar faroles, bancas y todo tipo de infraestructura de inicios del siglo pasado, para emular ese glorioso pasado urbano que se ha idealizado. En algunas ciudades se impulsan proyectos de repoblamiento del antiguo centro. Por ejemplo, en San José, la Municipalidad como parte del Plan Director Urbano, ha propuesto la reutilización de los viejos comercios, y la remodelación de sus estructuras para convertirlos en edificios de apartamentos mixtos. Con esas medidas, se intenta dar vida y nuevos usos y funciones al centro tradicional “abandonado” por los sectores medios y altos; pero estos son apenas proyectos que la mayoría se quedan en el papel.
Al mismo tiempo, la segregación residencial sigue en incremento y se ha acentuado el proceso con una creciente polarización del espacio urbano. Con los crecientes niveles de delincuencia, secuestros, y otros crímenes, el enclaustramiento de las familias ricas en zonas protegidas, es la norma. El modelo de condominio de lujo con sistemas de seguridad privados se ha extendido en las ciudades de América Latina de forma generalizada. Las clases medias, que cada vez son menos numerosas, también han adoptado un sistema similar de vivienda en condominios o multifamiliares, con organización barrial. El acceso a estas antiguas vías públicas, ahora es privado, y el paso es regulado por los vecinos y los nuevos sistemas privados de seguridad mantenidos por los vecinos. Lo que también ha producido cambios sustanciales en el uso de las vías públicas, ahora convertidas en privadas.
En suma, la segregación espacial y el abandono del centro tradicional, plantea una transformación importante en los usos tradicionales del espacio público en la ciudad latinoamericana. No sólo las elites se segregan cada día más, sino también otros grupos sociales medios y populares siguen un patrón similar por razones de seguridad. Estos factores unidos al crecimiento en la periferia y diversificación de servicios, da como resultado que ya no exista un solo centro, sino múltiples centros dispersos. Las megaciudades latinoamericanas y otras capitales de “menor tamaño” son hoy día policéntricas, con diversos polos de desarrollo. A pesar de que en algunas de ellas todavía existe un centro simbólico, en la mayoría de las ciudades ya no es posible definir cuál es su centro. Las megaciudades y grandes aglomeraciones urbanas latinoamericanas se extienden como una gran mancha que se pierde en el horizonte, cuyos habitantes difícilmente llegan a conocer en su totalidad, y mucho menos a transitar o a imaginar en conjunto.

La ciudad: las formas de vivirla, de imaginarla y de ¿compartirla?

La población urbana adopta diferentes estrategias y formas de vivir la ciudad de acuerdo con sus condiciones económicas y socio-culturales, cada habitante tiene formas diferentes de pensar e imaginar la ciudad, y adoptan prácticas territoriales particulares.Según García Canclini, la ciudad “se concibe tanto como un lugar para vivir, como un espacio imaginado”. Y las representaciones simbólicas o imaginarios urbanos permiten entender como el ciudadano percibe y usa la ciudad y como elaboran de manera colectiva ciertas maneras de entender la ciudad subjetiva, la ciudad imaginada, que termina guiando con más fuerza los usos y los afectos que la ciudad “real”.
La creación de las megaciudades en el caso de México, Brasil, Argentina y Perú, entre otras al igual que la formación de grandes aglomeraciones urbanas latinoamericanas, han modificado significativamente los usos, formas de vivir, pensar e imaginar a la ciudad. Gustavo Remedi argumenta, que como parte del proceso de transformación urbano de las últimas décadas, en las ciudades latinoamericanas se ha dado una transformación del modelo cultural. Remedi se refiere a cuatro fenómenos espaciales que han sido determinantes: “la emergencia de ‘zonas’ y ‘locales’ especializados para el paseo y el consumo, ‘la casa mundo’, ‘el barrio-mundo’ y el aumento de la importancia de los espacios públicos y virtuales (teléfono, radio, internet, video)”.
La percepción y determinación que una zona de la ciudad es la más peligrosa, es la que incide en la decisión de transitar, habitar, o invertir en ella, no siempre basada en hechos y datos reales, sino muchas veces definida por la percepción que tenemos de esa zona específica de la ciudad y de ese “mapa mental” que nos hemos formado de ella. Algunos sectores, son considerados por ciertos grupos sociales como “peligrosos” por esas zonas violentas e inseguras nunca se transita. Para las elites urbanas, que se han recluido en sus “burbujas” y mundos exclusivos de condominios cerrados, clubes, escuelas, centros comerciales; el antiguo centro ha perdido sentido y valor. Ahora es un espacio “vacío”, según su nueva reconceptualización de la ciudad, ya no vale la pena frecuentarlo. Estos centros tradicionales, simbolizados por el parque o plaza central, que todavía conforman el centro histórico y son patrimonio arquitectónico en muchas ciudades latinoamericanas, han sido “tomados” especialmente por los sectores populares en la vida cotidiana, como lugar de trabajo y diversión, lo mismo que los nuevos inmigrantes que dan nuevos usos y funciones a ese espacio público.
Pero también, son las ciudades latinoamericanas —tanto las megaciudades como aglomeraciones medianas y de menor tamaño— los espacios donde convergen siglos de historia, y se superponen y entremezclan de muy variadas formas diferentes momentos históricos. Las ciudades latinoamericanas, son más que grandes cifras de pobreza, violencia y desigualdad social. Son también mestizas e híbridas, con una gran complejidad multicultural. Dentro del caos, también se generan formas creativas para enfrentar los problemas y se crean expresiones culturales originales que reflejan y representan ese mestizaje y confluencia de procesos



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